Madres al límite, Mónica Bottero

Criarás con mucho dolor

En su reciente libro "Madres al límite", Mónica Bottero arremete contra el "manual" de la madre perfecta y dice haberse "indignado" con algunas injusticias.

ADELA DUBRA

Es como todo. Relativo. Si se escucha en el informativo de esos medio rojos "Madre de 60 años mata de un balazo a su propio hijo en el domicilio que ambos compartían. El muchacho padecía una enfermedad mental incurable", uno dice: "¡Qué anormal! Que la manden presa de por vida". Y sin embargo, si se lee el relato de cómo era el día a día de esta mujer -porque ahí es donde se cocina todo- se puede, por lo menos, repensar el asunto.

Mónica Bottero (Montevideo, 1964) entrevistó a cinco uruguayas que hicieron cosas o viven situaciones extremas con sus hijos. Y describió lo cotidiano: por ejemplo la de esa madre que estaba completamente vencida, con la espalda a la miseria de correr la cama para limpiar ese rincón, porque él, que se orinaba encima y no se dejaba bañar, sólo permitía que ella hiciera esa tarea en su cuarto. Más allá que además la castigaba, física y psicológicamente.

EL LIBRO. Con este Madres al límite. Cinco historias de amor y de coraje, Bottero, que es feminista, madre de dos hijos varones, casada con el músico Alberto Magnone y directora de "Galería", vuelve a uno de sus temas favoritos: las mujeres. Ahora la autora (responsable de Mujeres, 25 retratos de uruguayas y Diosas y brujas, entre otros) puso en papel esos reportajes. Es de agradecer que no haya caído en la tentación de novelarlos, a la usanza actual.

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ROCÍO. Mujer de teatro, Rocío tuvo un único hijo que de niño era la alegría de la fiesta pero en la adolescencia se metió en drogas. Hoy es un pastabásico. Ella, que vive sola, debe cerrarle la puerta y dejarlo afuera en las etapas que él consume. Es una de las "Madres de la Plaza". El relato de cómo sale a buscarlo por las bocas de pasta base de la ciudad y de cómo descubre cuando recae por sus amistades y por su olor es duro. Su hijo, después de una etapa sana, tropezó y sigue consumiendo: "Está dando su pelea, siente mucha vergüenza, pero le gana el consumo. A veces está en situación de calle cuatro, cinco días, y sabe que si está limpio puede entrar a casa".

ALEXANDRA. Su hija Catalina nació gris porque en el parto le faltó oxígeno, lo que le provocó una parálisis cerebral. La realidad es exigida: hoy Cata tiene 13 años y hay que cargarla y subirla a carritos, igual que si fuese un bebé. Alexandra y su marido son una exitosa pareja de periodistas; ella es una gran productora de televisión y él, el periodista radial con mayor prestigio. Esa condición les da fuerza y ella pelea como una leona con el medio. Enfrenta a quienes en un museo le dicen que la niña no puede entrar con silla de ruedas o con el señor del club que para aceptarla para hacer piscina pone requerimientos absurdos. Amenaza y grita si es necesario: "Los papás de niños discapacitados suelen ser personas muy golpeadas, que ya no quieren que las miren, ni que las echen, ni llamar la atención". Aguda, habla de la cantidad de padres que terminan divorciándose y también de la angustia del futuro. No se tiene lástima y ha seguido con su carrera, porque, dice, Catalina, "es mucho lo que me demanda pero muy poco lo que me impide".

VALENTINA. Ella se casó con un panameño, tuvo dos hijos con él, las cosas se complicaron y terminaron separándose. Un fin de semana él se llevó a los niños y a los tres días le dijo por teléfono que no se los devolvería nunca. La justicia panameña le dio la espalda a esta madre uruguaya. Después de vivir sin sus hijos, un día se escapó del país llevándoselos en auto por la frontera con Costa Rica. "Hoy tienen 13 y 16 años y solo quieren ser uruguayos y olvidar", dice.

MARÍA. A María le robaron a su hija cuando tenía 2 días. Ella es una mujer de trabajo, que pensaba tener a su hija en el Pereira Rossell, pero se cruzó con un abogado que, haciéndose pasar por amigo y protector, la afilió al Casmu, después le sacó sus documentos y entregó esa beba a un matrimonio que quería una niña. Pasó años tocando puertas en la Comisaría de la Mujer y la del Menor, las defensorías de oficio, el INAU, registros, juzgados y ONG. Sin poder pagar un abogado, saliendo de su trabajo, teniendo que ocuparse de sus otros dos hijos, nunca bajó los brazos. La niña hoy tiene 6 años. Logró que le permitan verla, pero todavía no se la han devuelto.

ROSA. Rosa tuvo un hijo varón y diez años después, una nena. Cuando él tenía 12 años, después de ser abanderado, le diagnosticaron neurosis obsesiva fóbica grave. Los 25 años que vinieron después fueron un calvario para la madre: soportar sus rituales y manías, sus gritos y amenazas. Y sus piñazos. De poco sirvieron las internaciones, los electroshocks, las cirugías. Una mañana, como tantas, él la estaba acorralando y gritándole: "¡Te voy a sacar las tripas para afuera! ¡Te voy a reventar!" cuando ella sacó un revólver 22 y lo mató. Estuvo presa en Cárcel de Cabildo. No pretende que la entiendan. Hoy dice tener dolor, sí, pero también paz.

La culpa es común a todas: la madre del adicto, porque siempre está quien dice "ella no estuvo presente lo suficiente", la del discapacitado, porque algún especialista afirmó que si la madre pusiera toda su voluntad la niña probablemente lograría sostener la cabeza. Y la niña no sostiene la cabeza. A la que le robaron a la beba, porque nunca falta quien comente que la niña quizá esté mejor con aquel matrimonio. "Yo soy más pobre que ellos, yo no tengo marido", dice la madre.

Los lectores que tengan conocimientos de psicología o psiquiatría encontrarán material entrelíneas. Las mujeres van a atraparse en las historias. Es fácil identificarse, en algún punto, con todas ellas. Allí está -además de en la elección del tema- el mayor acierto de Bottero.

Madres al límite. Cinco historias de amor y de coraje de Editorial Aguilar. Distribuye Santillana. 380 pesos.
"Podría hacer cosas que ellas hicieron"

-Algunos de los casos que retrató en su nuevo libro son polémicos, ¿quiénes cree que pueden ser más duros/as al juzgar a estas madres?

-Probablemente las personas a las que les cueste ponerse en el lugar de otros, quizás también esos que no saben perdonarse a sí mismos y vaya a saber si los que no fueron madres o padres. Sobre esto último dudo, porque he visto también que hay mujeres que pueden ser duras con sus congéneres... hasta que les pasa una desgracia. Es humano, supongo.

-"Se supone que" una madre debe hacer un montón de determinadas cosas. ¿Cuáles le molestan a usted particularmente?

-Justamente, las que viven atadas al "se supone que" y las que se someten a las miradas críticas de éstas. Están sometidas a una esclavitud que les hace la vida muy pobre.

-El periodista, en teoría, no debe involucrarse con el entrevistado ni debe velar por cómo éste sale parado. ¿Cómo fue su experiencia en este sentido? ¿Fue difícil no involucrarse?

-No me involucré más allá de la indignación ante algunas injusticias. Tampoco creo haber velado mucho. Ellas me contaron su historia desde su punto de vista y yo decidí adoptarlo para contarlas. Probablemente ellas mismas velaron por sí al contarla, aunque creo que fueron sinceras al punto que personalmente no quedan bien paradas en varios pasajes.

-Dedica el libro a sus dos hijos, de parte de su "madre imperfecta" ¿porqué lo dice?

-Primero porque lo soy y quise declararlo desde el principio. Segundo, porque el subtítulo iba a ser "Cinco historias imperfectas de amor y de coraje", pero en la editorial prefirieron sacarle el adjetivo y no hice cuestión. Entonces era una forma de decir que yo, como las cinco madres, también era imperfecta, y quizás podría hacer algunas de las cosas que ellas hicieron y quizás no son las que el manual recomienda.