##El Buscón_Francisco Quevedo
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Sintaxia
Sagitario
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##El Buscón_Francisco Quevedo
Historia de la vida del Buscón, llamado Don Pablos, ejemplo de vagabundos y espejo de tacaños es una novela picaresca en castellano, escrita por Francisco de Quevedo y Villegas.
Hijo de un ladrón y de una bruja. Pablos, el Buscón, entra al servicio de un joven rico, vive en Alcalá, en la corte y acaba viajando a América. Aunque su argumento no deja de ser muy similar al de otras obras del género.
El Buscón no es una novela picaresca al uso. La maestría de su escritura, la vivacidad y sarcasmo en la descripción de personajes y situaciones, la inteligente crueldad de sus anécdotas, hacen de ella, una obra que rebasa los límites de su género, una novela picaresca que da una vuelta de tuerca al arquetipo.
Muchas gracias Mar por enviarnos la información.
Hijo de un ladrón y de una bruja. Pablos, el Buscón, entra al servicio de un joven rico, vive en Alcalá, en la corte y acaba viajando a América. Aunque su argumento no deja de ser muy similar al de otras obras del género.
El Buscón no es una novela picaresca al uso. La maestría de su escritura, la vivacidad y sarcasmo en la descripción de personajes y situaciones, la inteligente crueldad de sus anécdotas, hacen de ella, una obra que rebasa los límites de su género, una novela picaresca que da una vuelta de tuerca al arquetipo.
Muchas gracias Mar por enviarnos la información.
Última edición por Sagitario el Dom Mayo 01, 2011 5:36 pm, editado 1 vez
Sagitario- Moderador
- Mensajes : 10137
Fecha de inscripción : 12/03/2010
Edad : 60
Re: ##El Buscón_Francisco Quevedo
Un clásico de nuestra literatura, sí señor.
Gracias Mar y sagitario por este trabajo
Gracias Mar y sagitario por este trabajo
Sintaxia- Administrador
- Mensajes : 29252
Fecha de inscripción : 31/01/2010
Edad : 61
Localización : Administrando, ¿dónde si no?
Re: ##El Buscón_Francisco Quevedo
Descripción del licenciado Cabra
Él era un clérigo cerbatana, largo sólo en el talle, una cabeza pequeña, pelo bermejo (no hay más que decir para quien sabe el refrán), los ojos avecinados en el cogote, que parecía que miraba por cuévanos, tan hundidos y oscuros, que era buen sitio suyo para tiendas de mercaderes; la nariz, entre Roma y Francia, porque se le había comido de unas búas de resfriado, que aun no fueron de vicio porque cuestan dinero; las barbas descoloridas de miedo de la boca vecina, que, de pura hambre, parecía que amenazaba a comérselas; los dientes, le faltaban no sé cuántos, y pienso que por holgazanes y vagamundos se los había desterrado; el gaznate largo como el avestruz, con una nuez tan salida, que parecía se iba a buscar de comer forzada de la necesidad; los brazos secos, las manos como un manojo de sarmientos cada una.
Mirando de medio abajo, parecía tenedor o compás, con dos piernas largas y flacas. Su andar muy espacioso; si se descomponía algo, le sonaban los güesos como tablillas de San Lázaro. La habla ética; la barba grande, que nunca se la cortaba, por no gastar, y él decía que era tanto el asco que le daba ver la mano del barbero por su cara, que antes se dejaría matar que tal permitiese; cortábale los cabellos un muchacho de los otros. Traía un bonete los días de sol, ratonado de mil gateras y guarniciones de grasa. Era de cosa que fue paño, con los fondos de caspa. La sotana, según decían algunos, era milagrosa, porque no se sabía de qué color era. Unos, viéndola tan sin pelo, la tenían por de cuero de rana; otros decían que era ilusión; desde cerca parecía negra, y desde lejos entre azul; llevábala sin ceñidor; no traía cuellos ni puños; parecía, con los cabellos largos y la sotana mísera y corta, lacayuelo de la muerte. Cada zapato podía ser tumba de un filisteo. Pues ¿su aposento? Aun arañas no había en él: conjuraba los ratones de miedo que no le royesen algunos mendrugos que guardaba; la cama tenía en el suelo y dormía siempre de un lado, para no gastar las sábanas; al fin era archipobre y protomiseria.
QUEVEDO, Francisco
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Gracias, gracias, gracias. Más audios de Quevedo, por favor.
Él era un clérigo cerbatana, largo sólo en el talle, una cabeza pequeña, pelo bermejo (no hay más que decir para quien sabe el refrán), los ojos avecinados en el cogote, que parecía que miraba por cuévanos, tan hundidos y oscuros, que era buen sitio suyo para tiendas de mercaderes; la nariz, entre Roma y Francia, porque se le había comido de unas búas de resfriado, que aun no fueron de vicio porque cuestan dinero; las barbas descoloridas de miedo de la boca vecina, que, de pura hambre, parecía que amenazaba a comérselas; los dientes, le faltaban no sé cuántos, y pienso que por holgazanes y vagamundos se los había desterrado; el gaznate largo como el avestruz, con una nuez tan salida, que parecía se iba a buscar de comer forzada de la necesidad; los brazos secos, las manos como un manojo de sarmientos cada una.
Mirando de medio abajo, parecía tenedor o compás, con dos piernas largas y flacas. Su andar muy espacioso; si se descomponía algo, le sonaban los güesos como tablillas de San Lázaro. La habla ética; la barba grande, que nunca se la cortaba, por no gastar, y él decía que era tanto el asco que le daba ver la mano del barbero por su cara, que antes se dejaría matar que tal permitiese; cortábale los cabellos un muchacho de los otros. Traía un bonete los días de sol, ratonado de mil gateras y guarniciones de grasa. Era de cosa que fue paño, con los fondos de caspa. La sotana, según decían algunos, era milagrosa, porque no se sabía de qué color era. Unos, viéndola tan sin pelo, la tenían por de cuero de rana; otros decían que era ilusión; desde cerca parecía negra, y desde lejos entre azul; llevábala sin ceñidor; no traía cuellos ni puños; parecía, con los cabellos largos y la sotana mísera y corta, lacayuelo de la muerte. Cada zapato podía ser tumba de un filisteo. Pues ¿su aposento? Aun arañas no había en él: conjuraba los ratones de miedo que no le royesen algunos mendrugos que guardaba; la cama tenía en el suelo y dormía siempre de un lado, para no gastar las sábanas; al fin era archipobre y protomiseria.
QUEVEDO, Francisco
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Gracias, gracias, gracias. Más audios de Quevedo, por favor.
JuanDeLezo- Bibliófilo
- Mensajes : 1725
Fecha de inscripción : 16/05/2010
Re: ##El Buscón_Francisco Quevedo
¿Se nota que me gusta Quevedo?
Última edición por JuanDeLezo el Dom Jul 17, 2011 8:51 pm, editado 1 vez
JuanDeLezo- Bibliófilo
- Mensajes : 1725
Fecha de inscripción : 16/05/2010
Re: ##El Buscón_Francisco Quevedo
Sagi y Mar:
a pesar del tiempo que ha pasado, leer a Quevedo (hay que concentrarse) es de lo mejor que se puede hacer en cualquier época del año, y, además, un clásico de vez en cuando mantiente las neuronas en funcionamiento, que con lo que se escucha hoy en día...
a pesar del tiempo que ha pasado, leer a Quevedo (hay que concentrarse) es de lo mejor que se puede hacer en cualquier época del año, y, además, un clásico de vez en cuando mantiente las neuronas en funcionamiento, que con lo que se escucha hoy en día...
Harry- Pink Angel
- Mensajes : 40344
Fecha de inscripción : 24/04/2010
Localización : En las nubes
Re: ##El Buscón_Francisco Quevedo
Siempre me ha gustado este libro.
Muchas gracias por el consejo Sagi y Mar.
Muchas gracias por el consejo Sagi y Mar.
Joseiera- Bibliotecario
- Mensajes : 9291
Fecha de inscripción : 19/02/2010
Localización : En mi Asturias patria querida
Re: ##El Buscón_Francisco Quevedo
JuanDeLezo escribió:¿Se nota que me gusta Quevedo?
Mucho, se nota mucho.
A mí me costó leerlo, la primera vez que cayó en mis manos. Pero no por Quevedo, que en general me encanta, sino porque la literatura picaresca "no me entraba". Sin embargo, cuando lo retomé años después, lo disfruté muchísimo.
Gracias, Mar y Sagitario, por acercar este clásico a todos.
Anabelee- Bibliófilo
- Mensajes : 4249
Fecha de inscripción : 21/10/2010
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