Si esto es un hombre, Primo Levi

Primo Levi nació en Turín en 1919, fue a la universidad y se graduó en Química. Con el estallido de la 2ª guerra mundial se alistó en un grupo de resistencia antifascista, fue detenido y en 1944 deportado al campo de concentración de Auschwitz, donde vivió una lucha terrible contra sus semejantes por la supervivencia. Hacia el final de la guerra fue liberado y dedicó gran parte de su vida a contar la terrible experiencia del lager (entrada en la Wikipedia).

De los miles de libros que se han escrito sobre la 2ª guerra mundial, este tiene varias cosas que lo hacen especial. En primer lugar, muchos de los prisioneros que sobrevivieron al infierno de los campos decidieron correr un velo de silencio e intentar olvidar lo que habían padecido en ellos. Primo Levi no. Hay muchos libros que se esfuerzan en contar truculentamente todo lo que de inhumano tenía el sistema de trabajo esclavo nazi, como si nos hiciesen falta más razones para aborrecerlo, pero Primo Levi no. Finalmente, otros libros -y películas- intentan, por el contrario, descubrirnos que incluso en unas condiciones tan extremas, el hombre sigue siendo hombre, pero Primo Levi no. De ahí viene el título de su novela: es el relato de la alienación de los prisioneros del campo de concentración, de la rapidísima degradación de hombres a cucarachas, que hacen lo que deben hacer para sobrevivir, y más allá de esa idea no existe nada.

Los nazis, cuenta Levi, crearon sin querer el experimento definitivo para conocer el comportamiento humano. Se hacina una cantidad enorme de personas en una situación de supervivencia penosa, todas con los mismos harapos para vestirse, en invierno y en verano, todos con la misma ración de comida diaria, un mendrugo de pan y un litro de caldo, y todos sometidos al mismo trabajo durísimo y al desagradecido clima polaco. Y entonces se ve que los comportamientos se igualan. Todos se convierten en ladrones, en especuladores, y todos están dispuestos a sacrificar la vida del compañero de al lado por medio mendrugo de pan seco. El lager creó su propio sistema económico y social, donde un trozo de hilo y una aguja costaba tantas raciones de pan, y donde un accidente representaba un arma de doble filo: por un lado era una oportunidad de pasar un par de semanas sin trabajo. Y hay que decir que en el campo de concentración el trabajo era una condena a muerte: los hombres seguían tirando como mulas hasta que simplemente caían muertos de agotamiento. Pero por otro lado, una estancia demasiado larga en la enfermería era un pasaporte seguro de ida a la cámara de gas y al horno crematorio.

Si esto es un hombre cuenta la historia de una moderna Babel, donde los prisioneros judíos, procedentes de decenas de naciones distintas, y que hablan decenas de idiomas distintos, se dejan llevar por la inercia de sobrevivir un día más, abandonando la esperanza. De hecho, en el campo, cuando alguien pregunta cuándo se van a aumentar las raciones, o cuándo tendrán un día de descanso, o cuándo serán liberados por el ejército soviético, la respuesta es invariablemente la misma: “mañana por la mañana”. Es decir, nunca.

Incluso cuando los SS abandonaron el campo, la lucha continuó, y los prisioneros se enfrentaron unos a otros, muriendo algunos de ellos de hambre o enfermedad ante la indiferencia de sus compañeros.

Este libro es un cuento desapasionado sobre uno de los grandes horrores del siglo XX, que unos cuantos ingenuos piensan que no se puede volver a repetir. Pero por supuesto que se puede. Y no porque se haya olvidado la pesadilla de los campos de concentración, sino porque el hombre ha desarrollado la mejor arma evolutiva posible: el completo desinterés por el sufrimiento ajeno.