Bob Dylan, 50 años de musica
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Bob Dylan, 50 años de musica
Bob Dylan, medio siglo de música. Y casi parece que fue ayer. John Fitzgerald Kennedy era el rey del Camelot de la Casa Blanca y Bob Dylan, un chavalín de Minnesota de apenas veinte años, empezaba a reinar en los garitos del Greenwich Village neoyorquino.
Invierno del 61, hacía dos años que Bob había sufrido su primera conversión. De ser un rockabilly de pueblo que soñaba con tocar con Little Richard había pasado a abrazar el cancionero del bluesmen Robert Johnson, de un vaquero melancólico como Hank Wiliams y, sobre todo, se había convertido en un devoto de Woody Guthrie, aquel genial cantor filocomunista, que hacía estribillos que más bien parecían denuncias ante el juzgado de lo social.
Fue la salud de Woody, enfermísimo de un mal degenerativo, lo que llevó a Bobby a la Gran Manzana. Lógico, Bob pensaba que «escuchando a Woody se aprendía a vivir». Y a cantar.
Los tiempos ya estaban cambiando
Y Dylan tuvo suerte en aquella escena neoyorquina donde los cambios, sociales, musicales y políticos empezaban a enseñar la patita. El 17 de abril, los anticastristas serían borrados del mapa por los barbudos de Fidel en la Bahía de Cochinos. Los negros estaban tan mosqueados como los zombies de Tourneur, y aunque los tiempos dylanianos aún no estaban cambiando, el mundo hervía.
Bob se ganaba las hamburguesas soplando su armónica como un poseso por los bares, y cuando le dejaban entonando repertorio propio, folk, música popular americana, y alguna cosilla de su cosecha que iba colando. En estas andaba cuando un otoñal día de octubre en las calles de Nueva York, Bob Dylan coincidió en una grabación de una amiga, Carolyn Hester, con uno de los capos de Columbia Records, John H. Hammond, que lo fichó inmediatamente.
Los días 20 y 22 de noviembre se desarrolló aquella primera grabación discográfica del Juglar de Duluth en los míticos estudios del 799 de la Séptima Avenida. El 19 de marzo del año siguiente, 1962, hace exactamente medio siglo, se publicaba su disco de debut, titulado con un escueto «Bob Dylan».
A la sombra de Woody
El álbum contenía trece piezas, la mayoría ritmos blueseros, aires gospelianos, y mucho folk de la época. Tan solo dos de las canciones estaban firmadas por el tal Bob Dylan: «Talkin' New York» y «Song to Woody». Lo histórico del momento se merece que entremos al detalle en ellas.
Ambas estaban inspiradas en Woody Guthrie. La primera, en sus «Blues del Metro», y la segunda lo dice todo con su título. Como antes había hecho Woody, Dylan era un recién llegado a la Gran Manzana, y como a todo joven venido de la América remota y profunda todo le impresionaba.
Pero había que echarse algo al gaznate, por muy joven y muy Dylan que se fuese: «Conseguí curro con mi armónica, y empecé a tocar. Echaba el bofe por un dólar al día. Soplaba con rabia, como un poseso, como una fiera. Aquel tipo dijo que flipaba con mi música, que estaba encantado. Sí, por un dólar al día valía la pena», canta en «Talkin' New York».
En cuanto a «Song to Woody» era un completo homenaje a su maestro, y Dylan confesó que la había escrito en cinco minutos, con el cantor de Oklahoma rondándole su mente. El disco incluía una canción que sería bastante conocida en España en la versión de los Animals, «The house of rising sun» («La casa del sol naciente»).
Aquel chavalillo de un pueblo perdido de Minnesota cuya mayor distracción era ver pasar los trenes de largo, daba sus primeros pasos hacia el Olimpo de la mitología popular del siglo XX. Tres años después, electrificaría su música en el Festival de Newport, en un cisma musical sin precedentes.
Pero eso es otra historia. La Historia del Rock and Roll.
Fuente: ABC.es 19/03/2012
Invierno del 61, hacía dos años que Bob había sufrido su primera conversión. De ser un rockabilly de pueblo que soñaba con tocar con Little Richard había pasado a abrazar el cancionero del bluesmen Robert Johnson, de un vaquero melancólico como Hank Wiliams y, sobre todo, se había convertido en un devoto de Woody Guthrie, aquel genial cantor filocomunista, que hacía estribillos que más bien parecían denuncias ante el juzgado de lo social.
Fue la salud de Woody, enfermísimo de un mal degenerativo, lo que llevó a Bobby a la Gran Manzana. Lógico, Bob pensaba que «escuchando a Woody se aprendía a vivir». Y a cantar.
Los tiempos ya estaban cambiando
Y Dylan tuvo suerte en aquella escena neoyorquina donde los cambios, sociales, musicales y políticos empezaban a enseñar la patita. El 17 de abril, los anticastristas serían borrados del mapa por los barbudos de Fidel en la Bahía de Cochinos. Los negros estaban tan mosqueados como los zombies de Tourneur, y aunque los tiempos dylanianos aún no estaban cambiando, el mundo hervía.
Bob se ganaba las hamburguesas soplando su armónica como un poseso por los bares, y cuando le dejaban entonando repertorio propio, folk, música popular americana, y alguna cosilla de su cosecha que iba colando. En estas andaba cuando un otoñal día de octubre en las calles de Nueva York, Bob Dylan coincidió en una grabación de una amiga, Carolyn Hester, con uno de los capos de Columbia Records, John H. Hammond, que lo fichó inmediatamente.
Los días 20 y 22 de noviembre se desarrolló aquella primera grabación discográfica del Juglar de Duluth en los míticos estudios del 799 de la Séptima Avenida. El 19 de marzo del año siguiente, 1962, hace exactamente medio siglo, se publicaba su disco de debut, titulado con un escueto «Bob Dylan».
A la sombra de Woody
El álbum contenía trece piezas, la mayoría ritmos blueseros, aires gospelianos, y mucho folk de la época. Tan solo dos de las canciones estaban firmadas por el tal Bob Dylan: «Talkin' New York» y «Song to Woody». Lo histórico del momento se merece que entremos al detalle en ellas.
Ambas estaban inspiradas en Woody Guthrie. La primera, en sus «Blues del Metro», y la segunda lo dice todo con su título. Como antes había hecho Woody, Dylan era un recién llegado a la Gran Manzana, y como a todo joven venido de la América remota y profunda todo le impresionaba.
Pero había que echarse algo al gaznate, por muy joven y muy Dylan que se fuese: «Conseguí curro con mi armónica, y empecé a tocar. Echaba el bofe por un dólar al día. Soplaba con rabia, como un poseso, como una fiera. Aquel tipo dijo que flipaba con mi música, que estaba encantado. Sí, por un dólar al día valía la pena», canta en «Talkin' New York».
En cuanto a «Song to Woody» era un completo homenaje a su maestro, y Dylan confesó que la había escrito en cinco minutos, con el cantor de Oklahoma rondándole su mente. El disco incluía una canción que sería bastante conocida en España en la versión de los Animals, «The house of rising sun» («La casa del sol naciente»).
Aquel chavalillo de un pueblo perdido de Minnesota cuya mayor distracción era ver pasar los trenes de largo, daba sus primeros pasos hacia el Olimpo de la mitología popular del siglo XX. Tres años después, electrificaría su música en el Festival de Newport, en un cisma musical sin precedentes.
Pero eso es otra historia. La Historia del Rock and Roll.
Fuente: ABC.es 19/03/2012
Lois_Lane- Moe's Parroquiano
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