El ángel del terror _ Edgar Wallace

**Maia** Mar Ago 02, 2011 12:30 pm

El ángel del terror, Edgar Wallace
	Edgar Wallace cultivó todos los géneros literarios habidos y por haber, si bien con una curiosa peculiaridad: sus novelas policíacas parecían novelas de aventuras, las novelas de aventuras parecían de intriga, las de gángsters eran como dramas sociales, las pocas que escribió de ciencia ficción parecían novelas de terror… Wallace jugaba con los géneros a su manera y estilo, y si bien de eso, de estilo, es de lo único que carecía, lo compensaba con un derroche de observación y conocimiento del mundo del hampa, adquirido en su trabajo como periodista de sucesos. Quizá sea el primer novelista de misterio que ha escrito con conocimiento de causa sobre la delincuencia desde la ficción: ladrones, estafadores, hampones de tres al cuarto, ladronzuelos infelices, timadores, jugadores de fortuna, falsificadores, gente de los barrios bajos… a todos los había conocido y tratado, y todos, de una forma u otra, aparecen reflejados en sus novelas. Nació en 1875 en Greenwich (Londres), de padres actores. Nunca conoció a su padre y este jamás supo de su existencia. Empezó a trabajar desde niño en diversos oficios, conociendo de inmediato lo que era el mundo y la vida de la calle. Agudo observador, extrajo de la calle no pocos tipos para su galería de personajes. Corresponsal de guerra, periodista de sucesos, guionista de cine (murió cuando preparaba el guión de King Kong, para el que los productores mantuvieron su nombre como originador de la idea argumental), dramaturgo (adaptó para el teatro muchas de sus novelas), autor de cuatro libros de poesía entre 1898 y 1900, hizo de “negro” para la autobiografía de Evelyn Thaw en 1914 y publicó diversos libros sobre la primera guerra mundial. Todo esto, claro, además de sus numerosos libros publicados en la novela de género policial, de aventuras, deportiva, ciencia ficción, sin olvidar muchísimas colecciones de relatos sueltos o de un mismo personaje o temática. Edgar Wallace puede gustar o no, puede cansar a veces o resultar repetitivo, pero nadie puede permanecer indiferente ante su genio