EN MEMORIA Jaume Vallcorba

Siempre he pensado que esta tendencia, bastante reciente, de dar tanto protagonismo a los editores no tiene ningún sentido y que solamente atiende a la vanidad de algunos que no entienden que el verdadero talento está en el lado de los autores y que la labor editorial no es más que un oficio humilde. La mayoría de los buenos editores que conozco no merecen más admiración que la tener un buen olfato (que no es poco) o la de haber construido un buen catálogo. Son esos méritos que despiertan elogios dentro de este maltrecho sector pero que no tienen mayor importancia para el ciudadano culto de a pie. Pero siempre hay excepciones. Dentro de este oficio artesano siempre hay algunos que destacan por algo más que por su profesionalidad y el vulgar refrendo del éxito. Esos son los sabios de la tribu. Siempre ha habido, aunque excepcionalmente, editores humanistas y eruditos, tanto los que ocuparon un injusto segundo plano como Joan Petit en el viejo Seix Barral o Antoni Vilanova en el viejo Lumen, como aquellos que no solamente iluminaban y aconsejaban sino que también estaban al timón como el recién fallecido Jaume Vallcorba. En estos días, como es habitual, el lector sabrá de sus aciertos, de 'Las memorias de ultratumba' de Chateaubriand, de la 'Autobiografía' de Chesterton, de su recuperación de los títulos de Stefan Sweig o de su apuesta por Imre Kertész. Pero Jaume Vallcorba era más que un inventario de buena literatura y su catálogo responde a mucho más que al buen gusto de un editor docto. Responde al genuino y pasional amor por los libros, a una verdadera erudición y a una verdadera curiosidad intelectual.

En una ocasión tuve la oportunidad de hacer un largo viaje en coche desde unas jornadas en Albarracín en las que ambos participábamos gracias al incansable Antón Castro. En las horas del viaje, que fueron muchas, Vallcorba me ilustró, con mucho humor y con una picardía que unos de sus sellos de identidad, sobre algunas de sus pasiones sibaritas y no literarias, a saber, puros, vinos, etc. Pero en un momento la conversación se centró en un artículo de Marc Fumaroli (que a la postre acabó siendo autor de referencia de Acantilado) en el que se hacía eco de un libro de investigación en el que se descubría un engaño de siglos. Según el libro, la 'Belle cordiere', Louise Labé, la poeta medieval que ha inspirado cientos de estudios sobre la literatura femenina y sobre que había kilométricas tesis doctorales, nunca existió y fue una invención del excelente poeta Maurice Sceve. Un juego que había tardado siglos en tener todas sus cartas boca arriba. Se quejaba el profesor y editor de que esa noticia no tuviera repercusión en España, de que la prensa cultural no estuviera, como era de rigor, en manos de personas de dilatada cultura. De aquella conversación me llamó la atención que su indignación fuera real, que no había vehemencia impostada. "Están tan concentrados en repetir lo mismo una y otra vez que no se dan cuenta de lo que pasa realmente". Desconozco si algún medio hizo mención, aunque fuera de pasada, de semejante descubrimiento. Pero lo cierto es que aquí, en este país presentista, había un editor al que le preocupaban las esencias humanistas más allá de que él quien las encuadernara o no.

Sus libros, estéticamente impecables además, han conformado un catalogo envidiable y, como editor que soy, mi admiración por su trabajo es colosal. Pero si me descubro ante la figura de Jaume Vallcorba es por todo lo demás: por su fino humor, por su ausencia de falsa modestia, por su erudición y la pasta de intelectual verdadero de la que estaba hecho.

Hoy el mundo de la edición se enfrenta a retos sociales y tecnológicos de primer orden. Harán falta editores buenos e imaginativos, con buen olfato para sobrevivir en un entorno cada día más hostil. Bienvenidos sean. Pero si realmente necesitamos algo es humanistas que sientan pasión por lo libresco. Sabios de la tribu como Jaume Vallcorba.

Hasta siempre, 'herr proffesor'.

Fuente: Elmundo.es

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