Sherlock Holmes o el secreto de la inmortalidad

Una falsa librería da entrada al gabinete secreto de Sherlock Holmes. Durante los próximos seis meses, el inmortal detective ha trasladado su despacho del 221B de Baker Street al número 50 de London Wall, en el corazón impersonal de esa City que poco o nada tiene que ver con aquella ciudad post-dickensiana de luces de gas y neblinas endémicas, por la que acechaba también la sombra de Jack el Destripador.

"El aire de Londres es más dulce por mi presencia", llegó a decir en su dilatada vida Sherlock, creado en 1887 por el oftamólogo escocés Sir Arthur Conan Doyle para combatir el tedio de su consulta. Todo parece indicar que Holmes "nació" sin embargo el 6 de enero de 1854, y cualquier parecido con el Aguste Dupine de 'Los crímenes de la calle Morgue' es más que una pura coincidencia.

"Está claro que la influencia más directa en Conan Doyle fue Edgar Allan Poe, a quien todos atribuyen la paternidad del género", reconoce Alex Werner, comisario de la exposición 'Sherlock Holmes: el hombre que nunca vivió y que nunca morirá' en el Museo de Londres. "Pero es Doyle quien acaba marcando sin duda los cánones de la novela de detectives, cuando sus historias comienzan a publicarse en la revista 'Strand'".

"Otros autores lo intentaron al mismo tiempo, pero ninguno logró la resonancia de Sherlock, que es también deudor de los cuentos de Guy de Maupassant y de su propia experiencia escribiendo informes científicos", recalca Wexner. "Doyle tuvo además la inspiración perfecta en la vida real: el profesor Joseph Bell, con quien estudió en la Universidad de Edimburgo, conocido y respetado por sus increíbles habilidades deductivas".


Sir Conan Doyle contó además con la asistencia de su particular Watson: el ilustrador Sidney Paget, a quien debemos la inequívoca imagen del detective con su larga pipa, su gorra de paño y su traje de tweed. Paget no sólo dibujó al personaje, sino que retrató al óleo a su ilustre creador, que cobra nueva vida con sus bigotes en las paredes del Museo de Londres.

"¿Qué toca hoy, morfina o cocaína?". El pernicioso hábito de Sherlock Holmes salta también a la vista en su pequeña "botica", rescatada para la ocasión. Como es bien sabido, el detective recurría a la droga para combatir el tedio entre caso y caso, pese a la insistencia de su querido Watson para que tuviera más consideración con su privilegiado cerebro y no lo condenara a un "proceso patológico y macabro".

Conviene recordar sin embargo que el consumo de cocaína era legal en la Inglaterra victoriana y que aún se tardaría varias décadas en conocer sus efectos y su poder adictivo. Conviene desempolvar también los recuerdos de aquel Londres del 'smog', reflejado en las fotos de Alvin Langdon Cobum e incluso en los cuadros de Claude Monet, que sirvió de fondo a tantos misterios.

Y llegamos así a los Holmes de película, empezando por el más auténtico... "Para mí no ha habido otro como Basil Rathbone", señala la comisaria Pat Hardy, del Museo de Londres. Peter Cushing, Christopher Lee, Ruper Everett y Robert Downey Jr van marcando el camino, hasta la irrupción de Benedict Cumberbatch con su inimitable abrigo.

"Hay un Sherlock Holmes para cada generación", advierte Hardy. "Y está muy claro que Cumberbatch es el Sherlock del siglo XXI. Aunque el personaje no morirá con él. Aun le quedan unas cuantas reencarnaciones".

Fuente: Elmundo.es