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EL CAÑÓN DE LA PEZA

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EL CAÑÓN DE LA PEZA Empty EL CAÑÓN DE LA PEZA

Mensaje  JuanDeLezo Vie Abr 01, 2011 11:56 pm

LA PEZA

Un poco de conocimiento histórico de este pueblo granadino, que hoy cuenta con unos 1400 habitantes, y copiado sin vergüenza alguna directamente de la Wikipedia esa.

“La villa de La Peza ha sido, desde tiempos muy remotos, punto clave en la vía que comunicaba el Levante peninsular con el valle del Genil y la Vega de Granada. Esta posición estratégica justificaría un pronto asentamiento humano, al hallarse en un trayecto más accesible que a través de toda la Sierra Nevada. Por ello, tuvo que ser La Peza punto de paso obligado para los vascones que fundaron la antigua Iliberi (hoy, Granada), y para los romanos, quienes hicieron partir de este pequeño núcleo un desvío hacia la Vía Augusta, con destino a Cástulo. De este modo, La Peza se hallaba justo en la mitad de la ruta tradicional que unía Guadix y Almería con Granada, una ruta que fue también muy frecuentada durante la Edad Media. De hecho, el hermoso y altivo castillo de La Peza tenía la función primordial de salvaguardar la villa y garantizar el tránsito seguro por esta ruta.
En 1489, al capitular el Rey Chico (conocido como el rey Zagal) llegan los Reyes Católicos a tierras lapezeñas. Sin embargo, la huella dejada por los musulmanes era muy profunda, tal y como haría constar en sus notas el médico y viajero alemán Jerónimo Münzer, quien declararía que La Peza guardaba todavía ese matiz musulmán. Esta decisiva presencia árabe queda también reflejada en los antiguos nombres de los pagos rurales: Alconaytar, Alcambra, Oveledín, etc. Ya entrado el s. XVI, los nombres se cambian por topónimos cristianos, como las calles del Río, de S. Francisco y de la Iglesia; las acequias de la Fuente Blanca, de la Montefría y de la Fuente Encantada; los pagos del Morollón, de la Vega Alta y de la Vega Baja, y del Barranco de los Lobos.
Idéntica suerte corrieron los edificios religiosos. Siendo La Peza un importante núcleo de población con los árabes, tuvieron que alzarse varias mezquitas para atender las necesidades de los creyentes. Con la llegada de los cristianos, la mayoría fueron convertidas, como fue el caso de las ermitas de San Marcos, San Francisco, Santa Lucía y San Sebastián. Del mismo modo, la mezquita mayor fue convertida, pero sería demolida más tarde para construir la primera iglesia de La Peza, que también sería destruida en la Guerra de las Alpujarras. Pero inmediatamente después se inició la construcción del templo nuevo, que es el que se puede contemplar en la actualidad.”


Marco histórico vergonzante.

Corría el año 1810 de Nuestro Señor en esta tierra andaluza de mis amores y de mis pesadillas en ocasiones. En España los gabachos se sentían como los gallos del corral y su confianza y desprecio llegaban a tal punto de profanar los restos del Cid. La estupidez de nuestro rey era pareja a un antepasado de Zetapé llamado Manuel Godoy que te Doy, Grande Gilipollas de España y de más sitios. El tratado de Fontainebleau de 1807 fue el timo de la estampita que Napoleón les coló a esa pareja de subnormales que regían los restos del Imperio. Pero claro, el bocado era apetecible: tomar Portugal y darle por el culo al inglés, deporte popular español imperial. Total, nada, que nos invadieron, y España después de su Cruzada particular contra los moros y su éxito único en el Mundo conocido, no estaba acostumbrada ya a ser invadida y si a invadir ella gloriosa. Además que a nosotros nos ha gustado siempre que nos expolien los nuestros y no unos extranjeros.

Los terribles hechos.

Estamos de nuevo en 1810, en La Peza, Granada. Un general francés llamado Sebastiani y acantonado en Guadix, también de Granada, mandó una tropa a que recaudara víveres y más cosillas de los pueblos circundantes para poder comer él y sus criaturillas de soldados que por no trabajar, lucían de desnutrición imperial. Por supuesto no era cosa de mandar 40 ó 50 soldadotes gabachos cantando el olalá por los carriles andaluces yendo a recolectar vituallas en una carreta gorda, no. Ese general conocía el paño y sabía lo que los mayorales hacían con grupitos de ese número cuando les arreaban los toros y empezaban a correr los franceses por esos cerros de Dios. Después nada tan fácil como ir dándoles el matarile uno a uno, jajaja. ¿Os imagináis lo que un Miura a la carrera puede hacer en un pelotón de soldados una vez enfila los primeros? Yo he visto en directo lo que hace un bicho de 400 kilos embistiendo a corná limpia a un grupo de gente despavorida… ¡Mira! ¡Cómo vuelan! Y como aterrizan… un espanto. Pues imaginad uno de 600 acuciado por las puyas de los mayorales y enfilando el sugestivo uniforme francés. Y ahora imaginad 10 ó 12 contra 100 soldados, ríete tú de unos inocentes búfalos.

Ese era un deporte que nos gustaba brindar al gabacho invasor queriéndolo aleccionar rápido en el arte taurino y que fuera a ver los toros con la propiedad de la sapiencia en salvaje arte de la tauromaquia.

Pues bien, el general Sebastiani, encomendándose a los dioses y mirando con lástima a 300 soldados los mandó por pan a La Peza, aunque alguno protestó diciendo que desnutrido no estaba tan mal y que era mejor no salir de Guadix. Sebastiani, por supuesto, y sabiendo que no era él el que arriesgaba el culo hizo callar las protestas y comprensivo les dotó de toda armamento que quisieran portar.

Hete aquí esos 300 soldados portando armas como si fueran 1000, y con alguna muleta escondida por si los toros, con la cara larga y apesadumbrada y espantándose cuando una cigarra se posaba en alguno divisando desde un cerro al pueblo ya cercano de La Peza… y esos lapeceños que los ven venir. Rápidamente el carbonero que era el alcade llamado Atienza puso en armas a todo el pueblo, es decir, les hizo sacar los cuatro trabucos, cuchillos, amocafres, palos y algunas espadas viejas para la defensa numantina de La Peza. Al mismo tiempo mandó talar el árbol más gordo que encontraron y que empezaran a ahuecarlo rápidamente por si las moscas.

Llegan los gabachos a la entrada del pueblo y exigen que silvuplé se persone el alcalde. Éste directamente los manda a tomar por culo y que se fueran rapidito de allí. El capitán francés empieza a sudar y casi suplica que les den algo de comer para poder justificarse ante su general. El alcalde le suelta un trabucazo que, debido a la distancia prudencial guardada, sólo consigue arrancarle una oreja al gabacho, éste pierde los papeles y toda diplomacia además de la audición estéreo y amenaza con arrasar y saquear el pueblo al más puro estilo bárbaro. El alcalde le dice que se espere un momento mientras pregunta a sus paisanos por el trabajo del ahuecamiento del castaño. Le dicen que hay que ganar tiempo mientras socaban y socaban…
-¡Me cago en tus muertos, gabacho maricón!- grita el alcalde “ganando tiempo”.
- Fils de pute- entra al trapo el desorejado.
-¿Fil de qué? ¡Hijo puta!
- Putain de bordel de merde
-(Irreproducible por su bestialidad)-sigue el alcalde carbonero.

Así continúan un par de horas hasta que el capitán decide el asalto cruel. Como muchos pueblos, La Peza tenía una entrada que era la calle principal, el resto del pueblo estaba delimitado por las mismas casas que hacían de muralla, y ahí asomadas a las ventanas, estaban las valientes lapeceñas armadas con sartenes de aceite hirviendo, escupideras llenas de orines y cosas peores, por no hablar de la imaginación femenina de una mujer en la cocina cuando quiere crear armas arrojadizas que si no matan , hieren de cojones.

La batalla cruel del asalto francés es repelida en su primera embestida por todos sitios. Empiezan a retirarse soldados que intentaban entrar por las ventanas exteriores, unos oliendo a perros muertos, otros aullando de dolor víctimas del más puro de aceite de oliva virgen, otros con tenedores hincados en sitios diversos e incluso uno que aseguraba haber perdido un ojo cuando lo último que vio fue el rabo de una cuchara avecinándosele a él, al encaramarse a una sospechosa ventana abierta. Un desastre. A la acometida gorda no le fue mucho mejor entrando de frente a la barricada de la calle principal. Llovían las hachas, los palos, los trabucazos, que por cierto, explotaron tres de los cuatro trabucos que tenían hiriendo de gravedad a los tres defensores portadores de aquellas minas antipersonales. Fueron los honderos los que causaron más bajas en las filas gabachas, descalabrando y rompiendo huesos a algunos atacantes. Y todo terminó, de momento, con la retirada en masa gabacha con dos muertos y una docena de heridos graves. Por parte del bando lapeceño el resultado fue peor: además de la muerte irreparable de veinte buenos peceños, la pérdida de la no menos irreparable pérdida de tres trabucos y el otro con grietas, además de un montón de heridos de diversa consideración.

Ya estaba anocheciendo y el capitán ordenó rodear el pueblo con vigías y los demás a descansar para que al amanecer lanzaran el ataque definitivo al pueblo, todos a mogollón, y amparándose en su tremenda potencia de fuego. Sabedores de que no tenían los peceños más armas que un trabuco mina y piedras se animaron pensando que como muy tarde a la nueve estaban comiéndose los chorizos, morcillas y buenos jamones lapeceños.

Por parte del heroico pueblo de La Peza, sus habitantes estaban entusiasmados con el castaño. Aunque todos estaban dolidos por la muerte de sus paisanos, se frotaban las manos pensando en lo que aguardaba al francés por la mañana. La actividad nocturna lacepeña era febril. Por fin habían conseguido dotar al talado castaño de ánima cual cañón y se dedicaron a buscar por todo el pueblo metralla de hierro para rellenarlo hasta la boca. Hicieron un pequeño orificio para conectar vía una mecha polvorienta (pólvora pegada a un cacho de soga de esparto) al sitio donde la pólvora en gran cantidad esperaba a la metralla. Echaron dentro del improvisado cañón el yunque del herrero, clavos a cientos y gordos, bisagras, manivelas, sartenes, piedras y un largo etcétera de objetos contundentes. El acto final fue la bendición del cura al cañón que fue definido como instrumento de Dios contra el gabacho infiel y maricón.

El desenlace final

Amanece que no es poco. Los franceses estaban que mordían a sus caballos de pura hambre. La idea de comer tras la barricada les hacía babear y una fuerza inaudita para un francés les hacía tener una firme convicción en la victoria.

Los lapeceños no habían dormido excitados y se daban codazos unos a otros como niños esperando la llegada de una macrotarta. Todo estaba preparado en el pueblo cuando al fin se hizo la luz y los franceses a mogollón formaron todos ante la barricada. Al ver esto, las mujeres que estaban apostadas con más aceite hirviendo y detritus varius, acudieron con el resto del los paisanos para contemplar el espectáculo del cañonazo apocalíptico.

Los franceses atacan por fin con casi trescientos enmallados babeantes y cuando los iban a cubrir con disparo cerrado de fusilería y cañoneo de pequeño calibre se abre la barricada. Los soldados paran en seco esperando ver algún tipo de espanto saliendo por aquella abertura en forma de cien toros locos. Pero nada sucede, los lapaceños les sonríen en masa de una manera capaz de helarle la sangre a Belcebú. Se empiezan a escuchar los primeros pedos franceses pero todo sigue calmo. Se apretujan sin ser conscientes de ello víctimas de un miedo atávico difícil de explicar y ven como descorren unas sábanas dando paso a la visión de lo que parece un árbol caído con sus ramas aserradas a ras de tronco excepto las cuatro que hacen de base pareciendo todo aquello una especie de cañón… ¡CAÑÓN! Como a cámara lenta ven que el carbonero alcalde prende algo con un encendedor de yesca, un chisporreteo y nada más…

Una nube de humo, de restos de seres humanos, de perros, gallinas, vacas, conejos y embutidos se alzó sobre La Peza. Los franceses se quedaron como la cotilla que volvió la vista cuando Dios destruyo a Gomorra, pero aquello era lo que quedaba de La Peza y sus habitantes, casi ná, la mitad del pueblo junto con la mitad de los habitantes acaudillados por el carbonero alcalde y el cura, se fueron a inventar cañones al Paraíso de los bestias. Veinte franceses murieron por la metralla del enorme estallido del arma antiereje.

Aquello ya fue demasiado para los pobres franceses, imaginaban que si aquello se lo habían hecho a sí mismos, que no le harían a ellos al menor descuido. Y aquí entra de lleno la Historia al ser La Peza el único pueblo de España donde los franceses jamás tuvieron cojones de pisar por miedo y no porque no quisieran.

El dicho

“Vas a explotar como el cañón de La Peza”. Que se aplica a personas que están comiendo mucho o que realizan una labor muy pesada o que le tocan los huevos en demasía.
-Como sigas comiendo vas a explotar como el cañón de La Peza.
-Si sigo comiendo voy a explotar…-
-Cuanto trabajo, voy a explotar…
-Un día exploto como el cañón de La Peza y te doy dos hostias.

Fotos de la gente del pueblo conmemorando aquella salvajada

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JuanDeLezo
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EL CAÑÓN DE LA PEZA Empty Re: EL CAÑÓN DE LA PEZA

Mensaje  Maia Sáb Abr 02, 2011 12:09 am

Digo yo, JuanDeLezo, que puedo hacer un fb2 y meterme todo esta salvajada en el reader ¿nO?...necesito un día para asimilar tanta información affraid affraid affraid affraid

-¡Me cago en tus muertos, gabacho maricón!- grita el alcalde “ganando tiempo”.
- Fils de pute- entra al trapo el desorejado.
-¿Fil de qué? ¡Hijo puta!
- Putain de bordel de merde
-(Irreproducible por su bestialidad)-sigue el alcalde carbonero.

Interesante y conmovedora conversacion....
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EL CAÑÓN DE LA PEZA Empty Re: EL CAÑÓN DE LA PEZA

Mensaje  Invitado Sáb Abr 02, 2011 12:14 am

Juan eres unico recreando la historia de nuestra piel de toro. Aplauso Aplauso

No has pensado nunca en escribir un libro de anecdotas historicas. Desafio

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EL CAÑÓN DE LA PEZA Empty Re: EL CAÑÓN DE LA PEZA

Mensaje  Maia Sáb Abr 02, 2011 12:18 am

Kiliki de mis entretelas, no le des ideas....¡qué no las necesita! Flower
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