Ayer y hoy: memorias - Pío Baroja
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Ayer y hoy: memorias - Pío Baroja
En 1939 publicaba en Santiago de Chile la editorial Ercilla una colección de artículos y ensayos escritos por Pío Baroja durante el exilio de guerra que le tuvo malviviendo en Francia, con alguna breve estancia en Suiza, en casa de su amigo Paul Schmidt. La reedición de 1940, con las correcciones que el autor anotó en el ejemplar conservado en la biblioteca familiar de Itzea, es la que ahora presenta Caro Raggio, la editorial fundada por el cuñado del novelista y recuperada por su sobrino, Pío Caro Baroja. Ayer y hoy aparece ahora con el subtítulo de Memorias y con la misma portada (el retrato de perfil del novelista, obra de su hermano Ricardo, que figura en su ex libris) que los siete volúmenes de Desde la última vuelta del camino, las memorias que escribió Baroja al final de su vida, después de acabada la guerra civil, en la edición de sus obras completas de Caro Raggio.
La insurrección militar sorprende a Baroja en su casa de Vera de Bidasoa, donde cada año se refugia de Madrid con su familia desde la primavera hasta que el frío y la humedad del pirineo atlántico le devuelve a la meseta. El novelista está atento a los acontecimientos y con la curiosidad de estudiarlos sobre el terreno. Un día los republicanos se acercan hasta Vera y se marchan enseguida. Al siguiente avanza una columna de requetés desde Pamplona y Baroja decide acompañar al doctor Ochoteco, el médico de Vera, hasta Santesteban, en la vertiente húmeda del puerto de Velate, para observar sus evoluciones. Cuando avanzan entre el convoy, Baroja es reconocido y detenido. Se habla de fusilamiento. El autor, uno de los demonios del clericalismo carlista navarro, comprende la gravedad de la situación. Es un militar, el conde de Lloevera, más tarde duque de la Torre, lector suyo, quien le saca del aprieto en el que le ha colocado el celo de algún oficial secundado por la tropa fanatizada. Tras una noche recluido en un calabozo para su mayor seguridad, es puesto en libertad y regresa a casa. Después de comer sale camino de Francia a pie, acompañado hasta cerca de la frontera por su sobrino Julio, aunque este hecho se oculta para no comprometer al entonces estudiante en edad de quintas. Un francés, turista de guerra, le pasa en su automóvil y el carabinero fronterizo que le reconoce y sabe de su detención, en uno de esos gestos de humanidad para los que la soledad es más propicia que la asamblea (cosas de la bondad social) decide hacer la vista gorda: no quiere hacerle mal a nadie.
El libro reúne recuerdos y divagaciones, como también ocurre en las memorias y en algunos de sus ensayos. Pero en Ayer y hoy se da una coincidencia que multiplica su interés: Baroja está viviendo, como protagonista, un episodio sintomático de la guerra civil, y lo está viviendo en los mismos paisajes y con actores de la misma estirpe que aquellos otros que tantas veces describió en sus Memorias de un hombre de acción. Su capacidad de narrador se conjuga con su proverbial sinceridad y su horror a la cosmética del recuerdo para ponernos delante de una escena tan triste como tantas otras de aquellos años. No se llame nadie a engaño. El lance le afecta en rabia y en asco, pero ni le enturbia la vista ni le distrae de lo que, a esas alturas de la vida, es ya para él algo más que una máxima literaria: ver en lo que es, pasear el espejo a lo largo del camino. Y pasearlo en solitario. En su exilio francés, que nos relata aquí así como en otra colección de artículos, Aquí París, y del que encontramos huella en dos grandes novelas femeninas, Susana y los cazadores de moscas y Laura o la soledad sin remedio, repasa Baroja los antecedentes de la guerra y, en menor medida, su desarrollo. Cuando se proclama la República Baroja sale a la calle para recoger impresiones, escucha a los reporteros recién llegados de Palacio en la redacción de un periódico, habla con los manifestantes que vuelven de la Puerta del Sol o de la Plaza de Oriente y mira, observa. Luego lo cuenta en su novela El cabo de las tormentas, dentro de la trilogía La selva oscura, de tono documental. Esta trilogía contiene la visión de Baroja de los años anteriores a la guerra y está escrita antes de su estallido. El escritor duda que los políticos republicanos sean capaces de enderezar nada. Desde el primer día percibe en ellos un tono de provocación y chulería que no va acompañado de una energía para la acción con fuerza suficiente para respaldar las transformaciones a las que se comprometen. Entre los republicanos más liberales o moderados sobresale el tipo de profesor, de funcionario o de ateneísta que no parece el más apropiado para manejarse con las proclamas incendiarias que van llenando la calle. Son tipos a los que les cuadra más una tarea gris y protocolaria, adornada en una tertulia literaria, que bregar con un país de ánimos encendidos en el que los obreros de las ciudades y los campesinos del sur y del levante se van sumando a las organizaciones revolucionarias y donde propietarios e Iglesia se sienten amenazados, pero no por ello menos poderosos. Baroja presagia un porvenir sombrío. Ayer y hoy es la crónica amarga de su confirmación. La guerra desata los instintos criminales de resentidos, psicópatas y ventajistas en un ambiente de estupidez generalizada. «O conmigo o contra mí», ese es el lema dominante y que Baroja intuye ya en el pistolerismo de ambos bandos y en las consignas periodísticas de los meses anteriores. Como por ensalmo, todo se vuelve política, política además de bandos, en blanco y negro, sin espacio para el matiz, para la duda. En los discursos de uno y otro signo, el individuo se diluye. Sólo queda sitio para la masa, para la clase, para la verdad definitiva. Y en esa borrachera de palabras en la que se concretan los excesos ideológicos del momento, ahí donde muchos ven un futuro con brillo de acero, Baroja no ve más que la muerte de un mundo contra el que se reveló su juventud pero que ahora recuerda con una nostalgia otoñal: el mundo finisecular de Las noches del Buen Retiro, una de sus más bellas novelas, el mundo, al fin y al cabo, del siglo XIX, siglo fuerte y abierto en el pensamiento, la ciencia y la literatura. La vejez y los desastres le anclan a su recuerdo, por el que tiempo atrás su amigo Antonio Machado le supo la querencia: «De la rosa romántica, en la nieve, / él ha visto caer la última hoja». ¡Qué contraste el de aquella sociedad variopinta, galante y liberal con un país y un continente cubierto de consignas y simplificaciones, de maneras bruscas y de miradas hostiles para un escritor solitario e independiente! «Ni lo uno ni lo otro», opone Baroja al «conmigo o contra mí». En todo caso, ni una brizna de entusiasmo por ninguno de los contendientes ni por nada de lo que representan.
En una de las últimas novelas de las Memorias de un hombre de acción, Aviraneta, el conspirador liberal, se encuentra en el París de mediados del siglo pasado con grupos que preparan un movimiento socialista en Francia. De golpe, el aventurero se siente viejo, incapaz de sentir inclinación alguna hacia esa causa. Lo suyo es la libertad, la libertad de moverse de aquí para allá a su placer, la libertad para creer o no creer lo que le venga en gana, la libertad, sobre todo, de pensar. Una libertad que, intuye, se va quedando vieja. Por boca de Aviraneta habla su pariente Pío Baroja. Y cuando al novelista no le queda más remedio que hablar por boca propia de lo que él, portavoz sin pretenderlo de otros muchos reacios a embrutecerse en unas siglas, ha sufrido en propia carne, hace un inventario desordenado por la amargura del estado de los tiempos: fanatismo, lugar común, vulgarización de las costumbres, idealismo de bajos vuelos, desprecio del criterio individual. Nada que dé esperanzas. Mala vejez. Ayer y hoy es un libro presidido por esta amargura. Tiene un indudable interés autobiográfico, y por ese motivo lo ha colocado el editor al lado de las memorias. Contiene un análisis político de fuerte independencia, que molestará sin duda a tirios y troyanos, siempre que avancen por sus páginas sin más curiosidad que la de situar a Baroja a la derecha o a la izquierda, porque no les resultará nada fácil la tarea. Pedanteando un poco más, podríamos decir que el pensamiento de Baroja y la rosa de los vientos de la política periodística no son cantidades homogéneas. No hay manera de mezclarlas ni va en ello provecho alguno. Sorprenderá también no encontrar en esta obra ni un ápice de cantar de gesta, a pesar de que nuestra guerra se convirtió desde sus inicios en pasión artística y en tópico literario universal. Para Baroja nada había que cantar, pero sí mucho que lamentar. Qué corregir, y cómo, era una preocupación que le encontraba viejo, cansado y solo. Además, nunca fue amigo de los proyectistas de salón, de los políticos de papel. Valga como muestra el breve ensayo sobre la tradición española de los arbitristas y los reformadores, que sirve de genealogía del fracaso de la clase política republicana en la interpretación sincera y robusta del novelista vasco.
JOSÉ ANTONIO DE GABRIEL, SEPTIEMBRE DE 1998
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Pío Baroja y Nessi (San Sebastián, 28 de diciembre de 1872 – Madrid, 30 de octubre de1956) fue un escritor español de la llamada Generación del 98. Fue hermano del pintor y escritor Ricardo Baroja y tío del antropólogo Julio Caro Baroja y del director de cine y guionista Pío Caro Baroja.
Biografía
Pío Baroja perteneció a familias muy distinguidas y conocidas en San Sebastián relacionadas con el periodismo y los negocios de imprenta. Su bisabuelo paterno, Rafael, fue en Oyarzun impresor del periódico La Papeleta de Oyarzun y de otros textos durante la guerra contra Napoleón. Su abuelo del mismo nombre, Pío Baroja, editó en San Sebastián el periódico El Liberal Guipuzcoano (1820–1823) durante el Trienio Liberal e imprimió la Historia de la Revolución francesa de Thiers en doce tomos, con traducción de Sebastián de Miñano y Bedoya. Los hijos de Rafael Baroja, Ignacio Ramón y Pío, continuaron con el negocio de imprenta y un hijo de este último, Ricardo, tío del novelista, será, con el tiempo, editor y factótum del periódico donostiarra El Urumea. Entre los ascendientes de la madre había una rama italiana lombarda, los Nessi, a la que el escritor debe su segundo apellido.
Su primer apellido sí es de origen vasco si bien de etimología incierta. En sus Memorias el propio don Pío aventura una fantástica etimología, según la cual «Baroja» sería un apócope de (i)bar (h)otza, que en euskera significa 'valle frío' o 'río frío'. También podría proceder de "Bar" + "oitz", río rojo.
Pío fue el tercero de tres hermanos: Darío, que murió joven aún en 1894; Ricardo, que sería en el futuro también escritor y un importante pintor, conocido sobre todo por sus espléndidos aguafuertes, y Pío, el hermano menor, que dejaría la profesión de médico por la de novelista hacia 1896. Ya muy separada de ellos, nació Carmen, que habría de ser la inseparable compañera del novelista y la mujer del futuro editor de su hermano, Rafael Caro Raggio, ocasional escritora también. El padre de los Baroja, Serafín, era, al par que hombre inquieto y periodista de ideas liberales, un ingeniero de minas del Estado, lo que llevó a la familia a constantes cambios de residencia por toda España. El continuo ir y venir de su familia inculcó al futuro novelista la afición a los viajes y le permitió conocer bien el país, pero lo transformó en un desarraigado. A los siete años marchó con su familia a Madrid, donde el padre obtuvo una plaza en el Instituto Geográfico y Estadístico; sin embargo, volvieron a Pamplona y otra vez de nuevo a Madrid. Baroja se aficionó a la literatura mientras era joven, habiendo devorado buena parte de la literatura contemporánea desde el siglo XVIII después de clásicos juveniles como Stevenson, Julio Verne, Thomas Mayne-Reid y Daniel Defoe. Se libró del servicio militar, que le repugnaba. En 1891 terminó la carrera de medicina en Valencia y se doctoró en 1894 en Madrid con una tesis sobre El dolor, estudio psicofísico.
Formación académica
Como estudiante no destacó, más por falta de interés que de talento, y ya por entonces se le apreció un carácter crítico; ninguna profesión le atraía, solamente escribir no le disgustaba. Se decidió a publicar a fines del siglo XIX, cuando regentaba una panadería propiedad de un tío suyo, D. Matías Lacasa (la primera "Viena Capellanes", en Madrid). Por entonces leyó bastante filosofía alemana (Inmanuel Kant y Arthur Schopenhauer), decantándose con todos los matices que imaginará el lector -y por afinidad- por el pesimismo del meritado autor germano; su amigo suizo Paul Schmitz le introduciría más tarde en la filosofía de Nietzsche. Era un hombre de pensamiento y no de acción, pensaba y no actuaba; dicho apocamiento y la dificultad de encontrar esposa de su nivel intelectual, contribuyó a que no se casara. El mero hecho de que buscara una relación basada en la intelectualidad con las mujeres, descarta la misoginia que largamente se le ha imputado.
Tras defender su tesis, marchó en ese mismo año de 1894 a Cestona, en Guipúzcoa, con una plaza de médico que había leído anunciada en un diario. Esa vida le parecía monótona, dura y no muy bien remunerada: p. ej. en invierno tenía que ir en mula con nieve, viento, etc. a los pueblos de donde le llamaban; prefería volver a Madrid e intentarlo como escritor; tuvo alguna diferencia de criterio con el médico viejo, con el alcalde, con el párroco y con el sector católico del pueblo, que le acusaba de trabajar los domingos en su jardín y de no ir a misa, pues, en efecto, era agnóstico; nunca simpatizó con la Iglesia desde su misma niñez, como cuenta en una de sus autobiografías, Juventud, egolatría; tras pasar un año allí volvió, pues, a San Sebastián, dispuesto a probar suerte en el mundo literario, y encontró su oportunidad en la bulliente villa de Madrid, donde su hermano Ricardo dirigía una panadería (Viena Capellanes) porque una tía materna les había legado el negocio; Ricardo le había escrito que estaba harto y quería dejarlo y Pío decidió encargarse él mismo de regentar la tahona. Sobre eso le gastaron bastantes bromas que le agradaban poco: «Es un escritor de mucha miga, Baroja» — dijo de él Rubén Darío a un periodista. A lo cual respondió el escritor: «También Darío es escritor de mucha pluma: se nota que es indio». Instalado en Madrid, empezó a colaborar en periódicos y revistas, simpatizando con las doctrinas sociales anarquistas, pero sin militar abiertamente en ninguna. Al igual que su contemporáneo Miguel de Unamuno, abominó del nacionalismo vasco, contra el que escribió su sátira Momentum catastrophicum.
Pío Baroja pensaba que había que acercar el País Vasco al resto de España, a Madrid, y no al contrario. Daba por sentada la existencia de España, con su tierra natal incluida en ella.
Escritor
En 1900 publicó su primer libro, una recopilación de cuentos titulada Vidas sombrías, la mayoría compuestos en Cestona sobre gentes de esa región y sus propias experiencias como médico. En esta obra se encuentran en germen todas las obsesiones que reflejó en su novelística posterior. El libro fue muy leído y comentado por prestigiosos escritores como Miguel de Unamuno, que se entusiasmó con él y quiso conocer al autor, por Azorín y por Benito Pérez Galdós. Baroja fue así acercándose cada vez más al mundillo literario y abandonando el negocio de panadería hasta dejarlo por completo. Estrechó una especial amistad con el anarquista José Martínez Ruiz, más conocido como Azorín, e hizo, impulsado por él, algún intento de entrar en política, presentándose de concejal en Madrid y de diputado por Fraga, pero fracasó. Al acercarse Azorín al partido de Antonio Maura, rompió su antigua amistad. De igual manera cultivó la amistad de Maeztu. Con él y Azorín formaron durante un breve período el grupo de los Tres.
A principios del siglo XX (1903) estuvo en Tánger como periodista corresponsal de prensa escrita de El Globo, impreso en Madrid. Viajó después por toda Europa (residió varias veces en París, estuvo algún tiempo en Londres, y pasó por Italia, Bélgica, Suiza —donde tuvo un gran amigo, el filonazi nietzscheano Paul Schmitz—, Alemania, Noruega, Holanda y Dinamarca) y acumuló una impresionante biblioteca especializada en ocultismo, brujería e historia del siglo XIX, que instaló en un viejo caserío del siglo XVII destartalado pero con magnífica construcción, que compró en Vera de Bidasoa y restauró paulatinamente y con gran gusto, convirtiéndolo en el famoso caserío de «Itzea», donde pasaba los veranos con su familia.
Prefería el clima, luz, paisaje y vegetación del Norte, por eso eligió Navarra para veranear. Ésto le salvó la vida en 1936 permitiéndole huir a Francia tras el Alzamiento del 18 de Julio. Pasó una noche detenido por carlistas, que le odiaban al ser agnóstico. Su parecer sobre el clima cambió circunstancialmente en tiempos posteriores, debido a razones de salud (reumatismo, etc...).
Sus viajes por España los hizo casi siempre acompañado por sus hermanos Carmen y Ricardo, pero también por Ramiro de Maeztu, Azorín, Schmitz e incluso José Ortega y Gasset en una ocasión, en la que recorrieron en automóvil gran parte del recorrido realizado por el general Gómez con su famosa expedición durante la Primera Guerra Carlista. En 1921 fue operado, con cirugía abierta, de próstata, y, tras 37 días en cama, logró recuperarse; pero quedó impotente. Es muy probable que la impotencia le volviera un poco adusto. Siempre negó la existencia de la "Generación del 98" por considerar que carecían sus pretendidos componentes de las necesarias afinidades y similitudes.
Su principal aporte a la literatura, como él mismo confiesa en Desde la última vuelta del Camino (sus memorias compendiadas, Ed. Tusquets, 2006), es la observación y valoración objetiva, documental y psicológica de la realidad que le rodeó. Tenía conciencia de ser persona dotada de una especial agudeza psicológica a la hora de conocer a las personas. Es un mito su pretendida misoginia, habiendo descrito numerosos personajes femeninos encantadores o sin denigración alguna hacia éstos, más bien al contrario, mostrándose un observador imparcial de la mujer con sus virtudes y defectos. Valoraba las razas humanas, las formas de las cabezas de las personas, con cierto toque antropológico, hallándose en este particular muy influido por concepciones del siglo XIX y los estudios de su propio sobrino Julio Caro Baroja, quien fue en su juventud ayudante suyo.
En sus novelas reflejó una original filosofía realista, producto de la observación psicológica y objetiva ("Ver en lo que es", como decía Stendhal), impregnada quizá con el profundo pesimismo de Arthur Schopenhauer, pero que predicaba en alguna forma una especie de redención por la acción, en la línea de Friedrich Nietzsche: de ahí los personajes aventureros y vitalistas que inundan la mayor parte de sus novelas, pero también los más escasos abúlicos y desengañados, como el Andrés Hurtado de El árbol de la ciencia o el Fernando Ossorio de Camino de perfección (pasión mística), dos de sus novelas más acabadas. Ideológicamente, terminó por identificarse con las doctrinas liberales y por abominar del Comunismo, aunque, sin abandonar en ningún momento sus ideas anticlericales, fue -solamente de nombre- cofundador el 11 de febrero de 1933 de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética, creada en unos tiempos en que la derecha condenaba los relatos sobre las conquistas y los problemas del socialismo en la URSS. En 1935 fue admitido en la Real Academia Española; fue acaso el único honor oficial que se le dispensó.
Guerra Civil
Cuando estalló la Guerra Civil veraneaba en su casa de Vera de Navarra, al pie de la frontera con Francia. Le detuvo la columna carlista que desde Pamplona se dirigía a Guipúzcoa. Tras pasar un día en prisión, fue puesto en libertad por intervención del militar Carlos Martínez Campos, duque de la Torre (años más tarde preceptor del príncipe de España, Juan Carlos). Se trasladó inmediatamente a Francia en un automóvil, estableciéndose en París, en el Colegio de España de la Ciudad Universitaria, gracias a la hospitalidad que le ofreció el director de dicho colegio, el Sr. Establier (hospitalidad que le fue agriamente reprochada al director por el entonces embajador de la República en Francia, Luis Araquistáin, quien personalmente y a través de su esposa hizo repetidas gestiones ante el director Establier para que expulsase a Baroja de su alojamiento, gestiones que gracias a la caballerosidad de dicho director no dieron el menor resultado).
En el periodo 1936–1939 regresó a España («zona nacional») varias veces, y una de ellas fue a Salamanca (enero de 1938) para jurar como miembro del recién creado Instituto de España y para gestionar la publicación de artículos periodísticos muy críticos con la República en general y con los políticos republicanos (como el muy famoso «Una explicación», publicado en el Diario de Navarra, 1–IX–1936).
Posguerra
De algún modo, su mejor literatura termina con la Guerra, salvo la composición de sus memorias Desde la última vuelta del camino, uno de los mejores ejemplos de autobiografía en lengua castellana.
Terminada la Guerra Civil, residió todavía una corta época en Francia y se estableció más tarde definitivamente entre Madrid y Vera de Bidasoa. Siguió escribiendo y publicando novelas, sus Memorias (que alcanzaron gran éxito) y una edición de sus Obras completas. Sufrió algunos problemas con la censura, que no le permitió publicar su novela sobre la Guerra Civil, Miserias de la guerra, ni su continuación, Los caprichos de la suerte. La primera fue publicada por sus sucesores en 2006, en edición del escritor Miguel Sánchez-Ostiz, precedida, entre otros títulos, por Libertad frente a sumisión en 2001. Sostuvo en su domicilio de Madrid una tertulia de sesgo escéptico (en la cual participaban diversas personalidades, entre ellas novelistas como Camilo José Cela, Juan Benet y otros).
Su hotelito de la calle Mendizábal (paralela a C/ Princesa, cerca de la Pza. de España) fue destruido por una bomba Nacional durante la Guerra Civil, perdiéndose muchísimos documentos de valor que allí tenía archivados. Después de la Guerra Civil se mudó a la calle Ruiz de Alarcón, cerca de la Bolsa.
Toda su vida fue un gran andarín, habiendo paseado por Madrid y todos sus alrededores en su juventud, como queda reflejado en su trilogía La lucha por la Vida (La busca, Mala hierba y Aurora Roja). sin embargo, en sus últimos años, fue un gran paseante por el Parque del Buen Retiro madrileño, de forma que se le levantó allí la estatua que guarda su memoria.
Su hermana Carmen murió en 1949 y su hermano Ricardo en 1953. Afectado poco a poco por la arterioesclerosis, murió en 1956 y fue enterrado en el Cementerio Civil de Madrid (junto al de La Almudena) como ateo, con gran escándalo de la España oficial, a pesar de las presiones que recibió su sobrino, el antropólogo Julio Caro Baroja, para que renunciase a la voluntad de su tío. Ello no obstante, el entonces ministro de Educación Nacional, Jesús Rubio García-Mina, asistió en su calidad de tal al entierro. Su ataúd fue llevado a hombros entre otros por dos de sus admiradores, Ernest Hemingway y Camilo José Cela, el uno era premio Nobel de literatura y el otro llegaría a serlo años más tarde. También el escritor norteamericano John Dos Passos declaró su admiración y su deuda con el escritor.
Obra
Baroja cultivó preferentemente el género narrativo, pero se acercó también con frecuencia al ensayo y más ocasionalmente al teatro, la lírica(Canciones del suburbio) y la biografía.
El propio autor agrupó sus novelas, un poco arbitrariamente, en nueve trilogías y una tetralogía, aunque es difícil distinguir qué elementos pueden tener en común: Tierra vasca, La lucha por la vida, El pasado, El mar, La raza, Las ciudades, Agonías de nuestro tiempo, La selva oscura, La juventud perdida y La vida fantástica.
Tierra vasca agrupa La casa de Aitzgorri (1900), El mayorazgo de Labraz (1903) y Zalacaín el aventurero (1909).
La lucha por la vida integra La busca (1904), Mala hierba (1904) y Aurora Roja (1904).
La raza está formada por El árbol de la ciencia (1911), La dama errante (1908) y La ciudad de la niebla (1909).
El pasado agrupa La feria de los discretos (1905), Los últimos románticos (1906) y Las tragedias grotescas (1907).
La vida fantástica está formada por Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre Paradox (1901), Camino de perfección (pasión mística) (1901) y Paradox rey (1906).
Las ciudades agrupa César o nada (1910); El mundo es ansí (1912); La sensualidad pervertida: ensayos amorosos de un hombre ingenuo en una época de decadencia (1920).
El mar: Las inquietudes de Shanti Andía (1911); El laberinto de las sirenas (1923); Los pilotos de altura (1931); La estrella del capitán Chimista (1930).
Los amores tardíos: El gran torbellino del mundo (1926); Las veleidades de la fortuna (1927); Los amores tardíos (1942).
La selva oscura: La familia de Errotacho (1932); El cabo de las tormentas (1932); Los visionarios (1932).
La juventud perdida: Las noches del Buen Retiro (1934); Locuras de carnaval (1937); El cura de Monleón (1936).
A las novelas de la última etapa de la vida del escritor se las suele llamar «Novelas sueltas» porque no terminaron de formar trilogía, pero no por intención del autor, ya que debido en primer lugar a su agotamiento como escritor propio de un hombre de más de 70 años, como por razones de censura (así las de tema de la Guerra Civil) u otras razones no se hicieron así: Susana y los cazadores de moscas (1938), Laura o la soledad sin remedio (1939), El caballero de Erlaiz (1943), El puente de las ánimas (1944), El hotel del Cisne (1946) y El cantor vagabundo (1950). Tanto el Puente de las ánimas como El cantor vagabundo formarían con otra no publicada o nunca escrita la trilogía Saturnales. El hotel del cisne serie la primera pieza de otra inconclusa trilogía que llevaría por nombre Días aciagos. En sus últimos años intentó escribir una nueva trilogía sobre la Guerra Civil, pero la censura franquista impidió la publicación; sin embargo, con la llegada de la democracia, han empezado a imprimirse algunas de ellas; la primera ha sido Miserias de la guerra, y se anuncia la publicación de la siguiente, A la desbandada.
Entre 1913 y 1935 aparecieron los 22 volúmenes de una larga novela histórica, Memorias de un hombre de acción, basada en la vida de un antepasado suyo, el conspirador y aventurero liberal y masón Eugenio de Aviraneta (1792–1872), a través del cual refleja los acontecimientos más importantes de la historia española del siglo XIX, desde la Guerra de la Independencia hasta la regencia de María Cristina, pasando por el turbulento reinado de Fernando VII. Son las siguientes: El aprendiz de conspirador (1913), El escuadrón del «Brigante» (1913), Los caminos del mundo (1914), Con la pluma y con el sable (1915), que narra el período en que Aviraneta fue regidor de Aranda de Duero, Los recursos de la astucia (1915), La ruta del aventurero (1916), Los contrastes de la vida (1920), La veleta de Gastizar (1918), Los caudillos de 1830 (1918),La Isabelina (1919), El sabor de la venganza (1921), Las furias (1921), El amor, el dandysmo y la intriga (1922), Las figuras de cera (1924), La nave de los locos (1925, en cuyo prólogo se defiende de las críticas hacia su forma de novelar vertidas por José Ortega y Gasset en El Espectador), Las mascaradas sangrientas (1927), Humano enigma (1928), La senda dolorosa (1928), Los confidentes audaces(1930), La venta de Mirambel (1931), Crónica escandalosa (1935) y Desde el principio hasta el fin (1935).
Baroja apareció publicado en 1938 en la editorial Reconquista: Comunistas, judíos y demás ralea, libro formado por fragmentos de obras y artículos de Baroja anteriores a 1936 y del tiempo de la propia guerra.
Baroja publicó también cuentos, como los que recogió en Vidas sombrías (1900) e Idilios vascos (1902); libros autobiográficos y de memorias (Juventud, egolatría y los ocho volúmenes Desde la última vuelta del camino, compuestos por El escritor según él y según los críticos, 1944; Familia, infancia y juventud, 1945, Final de siglo XIX y principios del XX, 1946; Galería de tipos de la época, 1947; La intuición y el estilo, 1948; Reportajes, 1948; Bagatelas de otoño, 1949; y La Guerra Civil en la frontera, 2005). Además redactó biografíascomo Juan van Halen o Aviraneta o la vida de un conspirador (1931); ensayos, como El tablado de Arlequín (1904), La caverna del humorismo (1919), Momentum catastrophicum, Divagaciones apasionadas (1924), Las horas solitarias, Intermedios. Vitrina pintoresca(1935), Rapsodias. Pequeños ensayos, El diablo a bajo precio, Ciudades de Italia, La obra de Pello Yarza y otras cosas, Artículos periodísticos y algunas obras dramáticas: La leyenda de Jaun de Alzate (1922), Nocturnos del hermano Beltrán, Todo acaba bien... a veces,Arlequín, mancebo de botica, Chinchín, comediante y El horroroso crimen de Peñaranda del Campo.
Defensor de una novela abierta, ya que considera ésta como un fluir en sucesión («La novela en general es como la corriente de la historia: no tiene principio ni fin; empieza y acaba donde se quiera.»), compone sus obras a través de una serie de episodios dispersos, unidos, muchas veces, por la presencia de un personaje central.
La mayor parte de los personajes barojianos son seres inadaptados, que se oponen al ambiente y la sociedad en la que viven, aunque impotentes, incapaces de demostrar energía suficiente para llevar lejos su lucha, acaban frustrados, vencidos y destruidos, en ocasiones físicamente, en muchas otras moralmente, y, en consecuencia, condenados a someterse al sistema que han rechazado.
El escepticismo barojiano, su idea de un mundo que carece de sentido, su falta de fe en el ser humano le llevan a rechazar cualquier posible solución vital, ya sea religiosa, política o filosófica y, por otro lado, le conducen a un marcado individualismo pesimista, y no por ello anarquizante.
A menudo se ha reprochado a Baroja su descuido en la forma de escribir. Eso se debe a su tendencia antirretórica, pues rechazaba los largos y laberínticos periodos de los prolijos narradores del Realismo, actitud que compartió con otros contemporáneos suyos, así como el afán de crear lo que denomina una «retórica de tono menor», caracterizada por:
Empleo del período corto.
Sencillez y economía expresiva: «El escritor que con menos palabras da una sensación de que es mejor».
Impresionismo descriptivo: selección de rasgos significativos más que reproducción fotográfica al detalle característica de los minuciosos y documentados narradores del Realismo.
Tono agrio, selección de un léxico que degrada la realidad a tono con la actitud pesimista del autor.
Breves ensayos e intensos intermedios líricos.
Tempo narrativo rápido, cronotopo dilatado.
Diálogos respetuosos con la oralidad y la naturalidad.
Deseo de exactitud y precisión, rasgos estilísticos que confieren la amenidad, el dinamismo y la sensación de naturalidad y vida que el escritor pretendía para sus novelas.
Cabe destacar también su colaboración con el cine en las dos adaptaciones de su novela Zalacaín el aventurero. En la versión de finales de los años veinte de Francisco Camacho él mismo interpreta el papel de carlista. En la de Juan de Orduña de los cincuenta hace de sí mismo junto con el propio director, que va a visitarle como prólogo a la historia.
Bibliografía
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Navarro, K. Pío Barojaren Donostia. Irún: Alberdania: 2006.
Sánchez-Ostiz, Miguel. Pío Baroja, a escena Madrid: Espasa-Calpe, 2006.
Sánchez-Ostiz, Miguel. Tiempos de tormenta. Pío Baroja 1936–1941. Pamplona: Pamiela, 2007.
Sánchez-Ostiz, Miguel. Derrotero de Pío Baroja. Irún: Alberdania, 2000.
Fuente: Wikipedia. [url] http://es.wikipedia.org/wiki/P%C3%ADo_Baroja[/url]
Puedes buscar este libro en la Biblioteca Pública más cercana aquí:
http://www.absysnet.com/recursos/reccatalogos.html
tereftalico- Bibliófilo
- Mensajes : 2919
Fecha de inscripción : 21/03/2010
Re: Ayer y hoy: memorias - Pío Baroja
Muchas gracias Teref, tenemos pocos comentarios sobre Baroja y se merece que lo recordemos.
Dicho esto ¿Me quieres decir como meto todo esto en la reseña de la portada?????
Voy a ver como resumo.
Dicho esto ¿Me quieres decir como meto todo esto en la reseña de la portada?????
Voy a ver como resumo.
BB- Moderador
- Mensajes : 14692
Fecha de inscripción : 18/02/2010
Edad : 55
Localización : En la tierra del Ribera
Re: Ayer y hoy: memorias - Pío Baroja
BB escribió:Muchas gracias Teref, tenemos pocos comentarios sobre Baroja y se merece que lo recordemos.
Dicho esto ¿Me quieres decir como meto todo esto en la reseña de la portada?????
Voy a ver como resumo.
Disculpa, pero es la típica edición "erudita", y no hay ratón de biblioteca que encuentre una sinopsis breve y profesional... dejar el primer párrafo...
tereftalico- Bibliófilo
- Mensajes : 2919
Fecha de inscripción : 21/03/2010
Re: Ayer y hoy: memorias - Pío Baroja
¡Oñó!... y yo que te iba a sugerir un spoiler... hasta que llegué al otro...
Al post más largo de L@C
Ah! Graciaaas
Al post más largo de L@C
Ah! Graciaaas
Joseiera- Bibliotecario
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Fecha de inscripción : 19/02/2010
Localización : En mi Asturias patria querida
Re: Ayer y hoy: memorias - Pío Baroja
Menos mal que Cervantes no resumió el Quijote...
Buenos, me voy a...
Buenos, me voy a...
tereftalico- Bibliófilo
- Mensajes : 2919
Fecha de inscripción : 21/03/2010
Re: Ayer y hoy: memorias - Pío Baroja
BB, para posts como el de teref se inventaron los puntos suspensivos...
Teref, gracias por traernos, para mí, el mejor autor de la generación del 98 ¡Qué grande era Baroja!
Teref, gracias por traernos, para mí, el mejor autor de la generación del 98 ¡Qué grande era Baroja!
Sintaxia- Administrador
- Mensajes : 29317
Fecha de inscripción : 31/01/2010
Edad : 61
Localización : Administrando, ¿dónde si no?
Re: Ayer y hoy: memorias - Pío Baroja
Bueno, iremos subiendo unas cuantas cosas más, poco a poco, e incluso algún inédito...
tereftalico- Bibliófilo
- Mensajes : 2919
Fecha de inscripción : 21/03/2010
Re: Ayer y hoy: memorias - Pío Baroja
Tereftalico, gracias por la reseña.
He devorado varios libros de Baroja, para mí es un imprescindible de las letras españolas: este en concreto no lo he leído, y acabo de sumarlo (uno más) a la larga lista de pendientes. Me parece que poder leer sobre los previos a la guerra civil desde el punto de vista de este hombre es algo que no deberíamos perdernos.
He devorado varios libros de Baroja, para mí es un imprescindible de las letras españolas: este en concreto no lo he leído, y acabo de sumarlo (uno más) a la larga lista de pendientes. Me parece que poder leer sobre los previos a la guerra civil desde el punto de vista de este hombre es algo que no deberíamos perdernos.
Anabelee- Bibliófilo
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Fecha de inscripción : 21/10/2010
Edad : 51
Localización : Sentada en el muelle, mirando a la Ría
Re: Ayer y hoy: memorias - Pío Baroja
Anabelee escribió:Tereftalico, gracias por la reseña.
He devorado varios libros de Baroja, para mí es un imprescindible de las letras españolas: este en concreto no lo he leído, y acabo de sumarlo (uno más) a la larga lista de pendientes. Me parece que poder leer sobre los previos a la guerra civil desde el punto de vista de este hombre es algo que no deberíamos perdernos.
Pues va a haber más, como tú dices, es un privilegio leerlo, estés o no de acuerdo, porque te das cuenta que es uno de los pocos españoles "independientes" cuando dice lo que piensa acerca de lo que vé...
tereftalico- Bibliófilo
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Re: Ayer y hoy: memorias - Pío Baroja
tereftalico escribió:
Pues va a haber más, como tú dices, es un privilegio leerlo, estés o no de acuerdo, porque te das cuenta que es uno de los pocos españoles "independientes" cuando dice lo que piensa acerca de lo que vé...
Gracias, tereftalico.
Esperaré tus reseñas como agua de mayo.
Anabelee- Bibliófilo
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Fecha de inscripción : 21/10/2010
Edad : 51
Localización : Sentada en el muelle, mirando a la Ría
Re: Ayer y hoy: memorias - Pío Baroja
Anabelee escribió:tereftalico escribió:
Pues va a haber más, como tú dices, es un privilegio leerlo, estés o no de acuerdo, porque te das cuenta que es uno de los pocos españoles "independientes" cuando dice lo que piensa acerca de lo que vé...
Gracias, tereftalico.
Esperaré tus reseñas como agua de mayo.
La siguiente es la segunda parte de las memorias de la guerra: Aquí Paris... a ver si este finde la subo...
tereftalico- Bibliófilo
- Mensajes : 2919
Fecha de inscripción : 21/03/2010
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